martes, 30 de noviembre de 2010
domingo, 28 de noviembre de 2010
Te sigo como le siguen los puntos finales a todas las frases suicidas que buscan su fin
http://www.youtube.com/watch?v=YdKv7eim-lQ
Odio que sigas aquí adentro, bien clavado, y por si acaso de sueltan los clavos, con un buen arnés...¡Idiota! No eres capaz de ver mi derrota... Sal de tu puto mundo, joder... Te necesito aquí, a mi lado... Como una vela se apagan mis ojos... No quedan lágrimas que derramar, no quedan sonrisas que lucir... No queda mundo que recorrer junto a tí si no estás junto a mí...
Si nunca tomaste mi mano... ¿Por qué estoy llorando? No entiendo por qué soñé tenerte si jamás pude perder mis labios entre los tuyos...
Al fin y al cabo... si era un sueño, aunque no quisiera, tarde o temprano, tenía que sonar el despertador...
Odio que sigas aquí adentro, bien clavado, y por si acaso de sueltan los clavos, con un buen arnés...¡Idiota! No eres capaz de ver mi derrota... Sal de tu puto mundo, joder... Te necesito aquí, a mi lado... Como una vela se apagan mis ojos... No quedan lágrimas que derramar, no quedan sonrisas que lucir... No queda mundo que recorrer junto a tí si no estás junto a mí...
Si nunca tomaste mi mano... ¿Por qué estoy llorando? No entiendo por qué soñé tenerte si jamás pude perder mis labios entre los tuyos...
Al fin y al cabo... si era un sueño, aunque no quisiera, tarde o temprano, tenía que sonar el despertador...
jueves, 11 de noviembre de 2010
sábado, 6 de noviembre de 2010
Sus ojos son un libro abierto: lo dicen todo, pero en una lengua que no puedo comprender y que ansío aprender a hablar...
Los idiomas siempre se me han dado bien... Tengo bastante facilidad, pero tú... mira, no sé de dónde sales, pero solo te digo que te faltan las alas para ser celestial...
No es una lengua muerta, porque tú sigues de pie, ahí, frente a mí, mirándome y desarmándome con tus oscuras pupilas coronadas por el verde candor de tu mirada.
Si eres un sueño, no quiero despertar.
Los idiomas siempre se me han dado bien... Tengo bastante facilidad, pero tú... mira, no sé de dónde sales, pero solo te digo que te faltan las alas para ser celestial...
No es una lengua muerta, porque tú sigues de pie, ahí, frente a mí, mirándome y desarmándome con tus oscuras pupilas coronadas por el verde candor de tu mirada.
Si eres un sueño, no quiero despertar.
miércoles, 3 de noviembre de 2010
Oscuridad.
Frío.
A mi alrededor.
Todo era oscuro, todo...
Me acostumbré a acurrucarme en un rincón de mi cuarto hasta que la tormenta que cruzaba mi mirada amainase. Pasaba, costaba, pero pasaba... Y luego venía una relativa calma. Relativa.
¡Maldita sea! Siempre he sido un océano de emociones. Un impredecible océano en el que las tormentas se sucecen con una abrumadora frecuencia. Un océano en el que se hunden recuerdos. Éstos no tienen un orden fijo... Los felices van a parar al infinito fondo, mientras que los dolorosos salen a la superficie con demasiada brusquedad.
Salen de golpe, y se quedan flotando durante horas, días e incluso semanas. Y el resultado de todo esto son grietas en mi dolorido y congelado corazón.
Los carámbanos de hielo cuelgan de él de manera siniestra. A veces alguno se cae, y parece que el corazón va a volver a latir de nuevo, pero es lo que tienen las apariencias, que engañan...
Afortunadamente, hay algo, más bien alguien, en el mundo, que ha sido capaz de conseguir que mi corazón lata tras el hielo, y poco a poco, éste se resquebraja y deja espacio a más latidos.
Me mira. Cae un pedazo.
Sonríe. Ahí va otro.
Me habla. Adiós a ese de allá.
Le tengo cerca. Vaya, otro menos.
Existe. ¡Llegó el deshielo!
Ríos y ríos de tristeza acumulada desembocan en mi océano particular, y mi corazón arde como el Sol de verano.
Altivo, orgulloso, desafiante, se alza sobre el cielo de tus ojos.
Los destellos de tu verde mirar, cambian el frío azul grisáceo de mi paisaje oceánico por tu bella visión.
Y soy feliz, increíblemente feliz, otra vez, desde hacía demasiado.
Frío.
A mi alrededor.
Todo era oscuro, todo...
Me acostumbré a acurrucarme en un rincón de mi cuarto hasta que la tormenta que cruzaba mi mirada amainase. Pasaba, costaba, pero pasaba... Y luego venía una relativa calma. Relativa.
¡Maldita sea! Siempre he sido un océano de emociones. Un impredecible océano en el que las tormentas se sucecen con una abrumadora frecuencia. Un océano en el que se hunden recuerdos. Éstos no tienen un orden fijo... Los felices van a parar al infinito fondo, mientras que los dolorosos salen a la superficie con demasiada brusquedad.
Salen de golpe, y se quedan flotando durante horas, días e incluso semanas. Y el resultado de todo esto son grietas en mi dolorido y congelado corazón.
Los carámbanos de hielo cuelgan de él de manera siniestra. A veces alguno se cae, y parece que el corazón va a volver a latir de nuevo, pero es lo que tienen las apariencias, que engañan...
Afortunadamente, hay algo, más bien alguien, en el mundo, que ha sido capaz de conseguir que mi corazón lata tras el hielo, y poco a poco, éste se resquebraja y deja espacio a más latidos.
Me mira. Cae un pedazo.
Sonríe. Ahí va otro.
Me habla. Adiós a ese de allá.
Le tengo cerca. Vaya, otro menos.
Existe. ¡Llegó el deshielo!
Ríos y ríos de tristeza acumulada desembocan en mi océano particular, y mi corazón arde como el Sol de verano.
Altivo, orgulloso, desafiante, se alza sobre el cielo de tus ojos.
Los destellos de tu verde mirar, cambian el frío azul grisáceo de mi paisaje oceánico por tu bella visión.
Y soy feliz, increíblemente feliz, otra vez, desde hacía demasiado.
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