Hace tan solo una semana las cosas no eran tan complicadas. Hace tan solo una semana tú y yo nos mirábamos al espejo y veíamos al otro junto a nosotros, a pesar de la distancia, a pesar de todo...
Pero las cosas cambian, la ilusión se pierde, la magia se desvanece, las ganas de esperar se ahogan en un vaso vacío. Hoy he aprendido que lo más importante no es siempre lo que te dicte tu corazón, sino lo que debes hacer. Es contradictorio con mi filosofía habitual, después de todo siempre he apoyado las emociones propias como única guía de nuestras vidas. Pero a veces debes elegir la mejor opción obedeciendo a lo convencional, al lo políticamente correcto. A veces debes rechazar lo imposible, lo lejano, lo arriesgado...
¿Para qué perseguir un sueño? ¿Para lograrlo? ¿Cuándo lo vas a lograr? No es lo mismo poner la vista fija en una fecha concreta, en un día en el que tu sueño será posible, que vivir esperando a poder poner ese acontecimiento en un calendario, en una agenda.
Cuando se pierde la esperanza, se pierde todo. Y yo, vida mía, quise dejarlo todo por ti... Pero no se puede. No podemos. Basta ya de creernos que un día lo lograremos, que podremos, que el sueño se hará realidad. Basta ya.
Nunca estarás lo suficientemente cerca, no... Desde hoy, estarás siempre lo suficientemente lejos como para que te eche de menos pero sin una malsana necesidad de verte. Porque aquí, en este mismo lugar, es donde se separan nuestros caminos.
Te deseo un muy próspero andar por ese sendero, y te prometo que haré lo posible para que el mío también lo sea.
Y puede que suene desconsiderado por mi parte, tal vez incluso cruel, pero ahora me siento libre, sin cadenas que me obliguen a esperar a nadie. Ahora no tengo que esperar sentada en el andén al que el tren regrese. Esta vez, el tren se va sin mí, sin llevarse mi corazón en uno de los equipajes. Esta vez, no te acompaño a la estación. Esta vez estamos solos, aunque rodeados de gente. Esta vez nuestras miradas no son más que las de dos amigos que llevan tiempo sin verse. Esta vez no me arrojaré en tus brazos ni esperaré a que me beses antes de marcharte. Esta vez no esperaré ningún saludo desde la ventanilla de tu asiento. Esta vez, no hay ninguna vez.
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