Voy a proponer un brindis. Un brindis por ese
momento de duda. Por ese tartamudeo, por esa voz quebrada. Por aquel suspiro
que ahogamos.
Un brindis por las palabras que hundieron al
suspiro, y por las que amordazaron a los latidos. Por un corazón desbocado por
los nervios, y por otro dolorido de tanto chocar con las costillas.
Brindemos también por todos los “Y si…” que
alzaron el vuelo en nuestra cabeza. Por las dudas que se despertaron bostezando
y frotándose los ojos. Por los temores que martillearon nuestras sienes.
Pero también por todos los “¿Qué hubiera pasado
si lo hubiera hecho?”, por todo lo que hubiera pasado, por lo que no, por los
errores y los aciertos cometidos, por lo que hemos perdido y por lo que no
hemos ganado. Por todo lo que hubiéramos podido tener si las dudas, las voces
quebradas, los suspiros ahogados, las palabras mal escogidas, las dudas y los
temores no hubieran estado ahí.
Propongo un brindis: ¡por el miedo a
equivocarnos!
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