"Me quedo con la sensación de no tener las cosas claras"

No entiendo por qué no me di cuenta antes de todo lo que estaba pasando. No llego a comprender por qué no me di cuenta de que te estaba perdiendo. No me entra en la cabeza cómo pude permitir que pasara.

Es absurdo, ¿sabes? Me juré a mí misma que te haría feliz, que pasaría todo el tiempo del mundo a tu lado, que te haría olvidar lo que es el dolor y la tristeza. Y no ha servido de nada.

Todo era genial, sencillamente genial. No habría cambiado nada de aquellos primeros días. Después de aquel beso, de golpe todo se volvió idílico. No, sé que nunca llegó a ser totalmente real, por decirlo de alguna manera. Sé que eso tenía que ganármelo a pulso, y que me iba a costar tiempo, ganas y lágrimas.

Admito que me volví loca cuando empezaste a distanciarte de mí. Admito que en más de una ocasión actué como una obsesa, como una pirada. Pero te perdía, te estabas alejando de mí y no podía permitirme el lujo de quedarme sin el sabor de tus labios, sin el olor de tu ropa, sin el color de tus miradas. Y ahora, todo eso me ha sido negado. Se acabó.

Ojalá fuera tan fácil como decir “Oh, ya aparecerá otro”. Esto es jodidamente difícil. Y puede que lo peor sea que lo sabía desde hace tiempo, antes de que tú lo dijeras si quiera. Lo sabía, pero no me atrevía a decirlo en voz alta, a escribirlo, o siquiera a reconocerlo mentalmente. Sin embargo, algo en mi fuero interno me gritaba “Se ha ido, no va a volver”. Y yo callaba esa voz, continuamente. ¿Y si la hubiera hecho caso? A saber. . .

Tal vez debería valorar el hecho de que por un tiempo prácticamente te tuve, que casi podría decirse que tenía tu mundo en mis manos. . . Pero me parece una soberana tontería: no fuiste mío nunca. Todo era un espejismo. Estaba tan ilusionada que apenas concebía la realidad tal y como era. Me negué a ver lo que pasaba, y me aferré a la esperanza, al deseo de poder abrazarte y no soltarte jamás.

Nunca tuve nada de eso, y lo sabía, joder. Lo sabía. . .