Los rumores son como las
epidemias: una vez que se contagia a una sola persona, es cuestión de horas que
se propaguen en todas direcciones. Son dañinos, destruyen a las personas, las
apagan, las devoran…
Ni todos los horrores del mundo
que recaigan sobre mí podrán hacerme caer, o huir siquiera.
Al lobo no hay que
mirarle a los dientes. Hay que mirarle fijamente a los ojos.
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