Una hoguera nunca acaba con los
troncos que la alimentaban. La madera seca, al arder, queda reducida a cenizas.
Esa es la huella que deja, la cicatriz, la prueba de que ese polvo gris fueron
restos carbonizados, brasas, madera en llamas.

Así como el amor se convierte en fuego,
los amantes se tornan cenizas. Y aunque sean dos vientos diferentes las que les
hagan levantarse, aunque soplen en distintas direcciones y les separe, siempre
habrá una corriente de aire cálido que trate de reunirles de nuevo.
Pues no hay nada más poderoso ni más
eterno, que la atracción de lo que un día fuimos por alguien. Bien sabido es
que el verdadero amor no se olvida, sólo se aprende a vivir sin él… hasta que
vuelve.
Más claro no puede llegar a ser, aunque el viento sople tempestuoso, de alguna forma las cosas vuelven a su lugar.
ResponderEliminarMe encanta la música que has subido al blog, es igual de relajante que el significado de tus palabras. Saludos.