No conviene que cambiemos nuestra forma de ser. Por nada, ni por nadie.
Pero hay veces, que algunas personas cambian nuestra forma de ver el mundo: de repente, sin más, todo tiene más luz a su lado. Las sombras escalofriantes que poblaban cada rincón de nuestro mundo, son expulsadas cuando el brillo de una mirada incide sobre ellas. Cada una de las notas de su voz, se lleva el silencio que tantas palabras vacías dejaron en nosotros en un tiempo pasado.
Es entonces, cuando nos damos cuenta de que jamás volveremos a ser los mismos, por mucho que pasen los años de largo en nuestras vidas. Esa persona, aunque desaparezca de nuestra vista, no se irá NUNCA de nuestra mente. Dejará una huella en nuestros corazones que será imposible de borrar. No como una cicatriz, sino como un tatuaje que nos recordará lo hermoso que puede ser mirar el mundo desde una misma perspectiva y en una misma dirección.
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