El dolor está. Y tu sonrisa, y la ausencia tangible, y tu gesto, y el recuerdo vívido, y tu nobleza, y la necesidad de que estés, y el enfado por lo irremediable, y tus caricias torpes, y tu mirada voraz, y el tiempo que pasa, y tu paciencia, y la angustia que me anuda, y las lágrimas que brotan, y las dificultades, y tú siempre estás.
Tú siempre estás, siempre, siempre.
Aunque el tiempo pase y nadie sea quien era. Aunque ni siquiera seas igual. Pero sé que siempre estarás.
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