“¡Yaaaaaaaaaay!” Ya está otra vez. Le miro boquiabierta y él se ríe un instante.
Su semblante se torna sereno de nuevo, ajusta la correa de la guitarra y vuelve
a tocar la misma canción. Siempre la misma: Master of puppets.
Quizás lo más gracioso es que la emoción resquebraja su máscara de
solemnidad. Para no variar, acaba yéndose de la canción original a una
improvisación. Y siempre le queda bien.
Sigue tocando, y acaba casi de rodillas de pura emoción. Cierra los
ojos con fuerza y mueve la cabeza al son de su música. Deja de tocar, abre los
ojos, mira al techo y sonríe triunfalmente. En su mano derecha, los cuernos de
Satán. En su garganta, la coletilla de siempre: “¡YEAH!”.
Se pone de pie, vuelve a colocarse la guitarra y se ríe “Podemos
seguir ensayando, chicos”. Mi carcajada es inevitable: “Pijama-man, que te
emocionas”. Me fulmina con la mirada y le sonrío riéndome. Mira al grupo y les
indica con un gesto que está listo.
Me acomodo en la silla y me dispongo a prestar atención al resto del
ensayo. Es el turno de Sweet Dreams.
Jeje... ¡Mola!
ResponderEliminarQué ganas de ensayar me acaban de entrar xD
Músicos... Música... A la hora de la verdad qué es más importante?, ¿la pieza musical o el artista?
ResponderEliminarEste blog tuyo cada vez que entro salgo con una disimulada sonrisa, no sé si es el gusto de leer cosas que me parecen familiares, o el simple hecho de leer aquellos palabras que estaban escondidas en un rincón del mundo, que provienen de una persona con una personalidad desconocida... Me gusta leerte, a veces me inspira para publicar el montón de palabras que tengo escondidas en mi rincón, aisladas de todo el mundo.
Saludos!