Los sentimientos son un manojo de caprichos. Nunca sabes qué va a
pasar. Sin más, ahí les tienes. Puede que no haya un motivo, puede que sí.
Aparecen y se niegan a irse en una temporada.
Los más cabezotas, incluso se tatúan en las paredes de tu corazón.
Impregnan sus tejidos de tinta contaminada de recuerdos, envenenada con
sensaciones y emociones imborrables. Condicionarán todos y cada uno de los
pasos que demos, todas nuestras decisiones. Nuestra vida está a su merced… Pero
sólo hasta cierto punto.
Siempre queda un pequeño hueco para una irrevocable racionalidad.
Siempre podemos pararnos en seco y callar la vocecilla interior. Podemos tratar
de tomar una decisión mejor sin que las emociones nos lo impidan. Pero hay que
querer hacerlo.
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