Aquella noche la luna estaba
radiante. Adoraba aquella sonrisa blanca,
impoluta y pura rompiendo la monotonía del cielo oscuro. Desde mi ventana
apenas podían verse las estrellas, y ella solía convertirse en mi guía
nocturna.
A menudo, me invitaba a
viajar con ella. En el trayecto, me contaba historias sobre rebeliones, sobre
mundos fantásticos, sobre vidas anónimas. Me hablaba de sus sueños, de quién
fue, quién es y quién quiere llegar a ser. Dejó de ser una esfera suspendida en
el firmamento, para convertirse en una compañera de viaje.
Un día, sin más, dejé de
buscar caminos iluminados por las noches. Caminase por donde caminase, ella iba
a estar allí para guiarme y para ayudarme a ver los obstáculos.
La luna, con su sonrisa
ladeada e irónica, se convirtió en mi hermana.
Mi gusta la imaaagen :D
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