domingo, 22 de marzo de 2015

¿Qué importancia tiene ser poeta si no es a ti a quien dedico versos suicidas? Sin tu nombre en los márgenes de cada página. Sin tu mirada sonrojada al leer mis palabras. Sin romanticismo, porque dicen que lo maté.

Yo no me deshice de él, te lo prometo, solo está dormido y oculto. Hibernando, como la pólvora hasta que alguien prende la mecha. Entonces solo es cuestión de segundos que todo a su alrededor vuele por los aires.

El polvo que se convierte en destrucción. ¿Curioso, no? Algo tan insignificante, con tan solo rozarle con una chispa… Bum.

Luego es perfectamente cabal pensar que los corazones están hechos de pólvora. ¿Por qué no? Basta una chispa para detonar la carga. La razón sale despedida, hecha añicos. Las emociones se desperdigan por doquier, sin nada que las contenga, sin nada que las ordene. Libre albedrío para los celos, la preocupación, la felicidad, la necesidad de dar protección, la alegría. Una danza macabra de cambios repentinos de humor, orquestada por el compás de un corazón que, aunque ha explotado, late con más fuerza que nunca.


¿Y entonces qué importa ser poeta si todo esto no acaba enredado en versos para ti?