sábado, 30 de enero de 2016

Chiara Bautista
Siento verdadera envidia de la gente que es capaz de querer sin herirse. Os lo juro por lo que queráis, no sé hacerlo.
Me he prometido a mí misma tantas, tantísimas veces que iba a cambiar, que ya no confío en mi fuerza de voluntad. Cada "Podría llegar a querer a esta persona" es una premonición de que me van a hacer daño. De que me voy a hacer daño.

domingo, 3 de enero de 2016

Bajo la nube gris

    Las personas tristes solemos ser tóxicas e indeseables. Nadie quiere estar con alguien que pasa de un estado anímico normal, o incluso de extrema felicidad, a la tristeza absoluta en cuestión de horas. A veces unos minutos bastan para que el nubarrón oculte el sol.

    No siempre se desencadena una tormenta. A veces simplemente el cielo se oscurece. A veces sólo quieres estar a solas y en silencio, que todo se desvanezca unos instantes, unas horas, unos días. 

    Otras veces llueve. Con mayor o menor intensidad, pero llueve. Llueve y te hundes, y te duele. Te duele porque no sabes dónde está el final de ese constante caer de agua. Rítmico y con un tempo irregular. Presto, larghissimo, moderato, adagio, andante, vivace y vuelta a empezar. Siempre en aleatorio. Nunca sabes qué viene después.

    Sin embargo, en ocasiones, se desatan tormentas. Las peores desembocan en ataques de ansiedad. ¿Sabéis lo que es vivir con miedo a uno? ¿Lo que es hacer planes y tener el "No dejes que te pase o lo arruinarás" en la cabeza? ¿El "Vamos, tienes que ir"? Respira. Coge aire. Suéltalo despacio. Ya está, estás bien. O no. No, no lo estás. Un relámpago quiebra el cielo. Vamos, controla la respiración. ¿Qué pasa? ¿Por qué me tiemblan las manos? Truena. Joder, cálmate. ¿Qué coño te pasa? No es para tanto, imbécil. El estruendo retumba en toda la ciudad. Me duele el pecho. Me ahogo. No puedo respirar. Me estoy mareando. El agua cae como si fuera plomo. La cabeza me va a estallar. Apenas oigo el sonido de mi respiración, irregular y pesada. La lluvia martillea el asfalto, las farolas, las persianas de mi ventana. Un zumbido, casi un pitido, satura mi cabeza. Me pesan los párpados, pero no es de sueño. Un mensaje a escasos minutos de la hora de salir: "Oye... Que no puedo ir".

    Las personas tristes no siempre lo estamos. Concretamente yo, he aprendido a lo largo de los años a esconderlo tras el velo del cansancio, de las excusas no demasiado trabajadas para que suenen a verdad. "Sólo tengo sueño, me he levantado muy pronto". "Al final estos no han salido". "Me he puesto mala". 

    Soy una persona que se ríe a carcajadas. Adoro el humor absurdo. Me encanta la gente que sabe de política y es capaz de hablarte de ella y enseñarte sin adoctrinar. Me apasiona la música y aquellos que le dan vida. No vas a verme triste casi nunca. No vas a verme llorar ni temblar de miedo. No te voy a preguntar por qué coño me pasa esto cuando la nube gris se pose sobre mis hombros. No me vas a ver agarrotada por el dolor. Soy alguien invadida por la tristeza, no por la estupidez.

    Y no me mientas, por favor. No me digas que no pasa nada, que voy a estar bien, que estarás ahí para animarme. No necesito una palmadita en la espalda, no necesito un "Cuando lloras te pones fea". Necesito normalidad, necesito reír, necesito que le pongan alas a las comisuras de mi boca sin fingir que no pasa nada. Necesito que tú y todos os limitéis a seguir a lo vuestro. No quiero miradas de reojo porque "Te veo muy callada, ¿te pasa algo?". No hace falta poner atención especial en las personas como yo. 

    Sólo necesitamos, sólo necesito, un abrazo porque sí para resguardarme de la lluvia. Seguiré oyendo tronar. La luz de los relámpagos seguirá encogiendo mis pupilas cuando los vea por encima de tu hombro. Seguiré temblando y respirando mal, pero la lluvia mojará menos.

    Las personas tristes no queremos que vosotros viváis bajo la nube gris. Necesitamos y queremos que viváis al lado por si acaso la tormenta descarga con fuerza. 



domingo, 13 de diciembre de 2015

Todos los caminos llevan a Roma

No. Sabéis que nunca fue cierto, pues "Caminante, son tus huellas el camino y nada más;[...]". Y el mío no me lleva a Roma, ni termina en Santiago.
Si todos los caminos llevan a Roma, de Roma se sale leyéndolo al revés, dejándose llevar, perdiéndose en sus calles, desdibujando los límites entre los sueños y la realidad.

El Camino no acaba en Santiago. Acaba en un lugar de paz infinita, de pacto entre el oleaje y el faro que corona el acantilado. De gaviotas sobrevolando el cielo, del olor del mar enredándosete en el pelo. 
Mi estrategia es que un día cualquiera,
no sé ni dónde ni con qué pretexto,
por fin me necesites.
                      ~Mario Benedetti.

Ni el camino acaba en Santiago, ni Finis Terre es un cabo. 

sábado, 7 de noviembre de 2015


Hoy era uno de esos días en los que tenía ganas de ponerme un vestido, unos tacones y salir con la sonrisa rojo mate.

Y no sé seguir escribiendo. Me he vuelto a bloquear. Otra vez. Una más. Hay algo en mí que se resquebraja primero y luego estalla cada vez que lo intento echar a patadas. A palabras. Joder. 

martes, 16 de junio de 2015

Segunda estrella a la derecha.

    Crecer es terminar el instituto y jurar que ese, el verano de tus 18, será el mejor de tu vida. Que no vas a pisar por casa. Que vas a viajar. A reírte hasta que te duela la barriga. A gritar hasta que se te funda la voz.

    Crecer es darte cuenta de que estabas equivocada y que ese no es El Verano. Es uno más de tantos que vienen, todos ellos llenos de cambios, de alegrías, de recuerdos bonitos, pero también de momentos para olvidar y de lágrimas de despedidas.

    Crecer es decir que vas a salir de bares hasta que salga el sol, que no habrá día que te quedes en casa, que vas a disfrutar de tu libertad por ti y por todo el que se apunte.

    Crecer es cuando pasas más noches de sábado bajo la luz del flexo de tu escritorio que bajo la del farol de la plaza. Cuando al "Vámonos de fiesta" le sigue un domingo de resaca y pasar apuntes a limpio.

    Cuando realmente crecemos es cuando los sueños de instituto pasan a ser un tierno recuerdo, una ilusión inmadura cargada de nostalgia y de "Ojalá mi mayor preocupación fuera lo larga que se me va a hacer la hora de filosofía". Crecer no es solo terminar la ESO, Bachillerato o cumplir 18. Crecer es cuando los monstruos dejan de esconderse en el hueco de la escalera, en las sombras del pasillo por la noche, bajo la cama o en tu armario y pasan a hospedarse dentro de nosotros. Crecer es una lucha constante con ellos y con nosotros mismos, es soñar con la cabeza y no con el corazón. 
    Es odiosamente triste haber perdido esa ilusión por cumplir 18 a poco más de dos meses de los 20. Ojalá existiera esa segunda estrella a la derecha, y todo recto hasta el amanecer. 

viernes, 10 de abril de 2015

Calma no está.

      Quise ser todo lo que querías tener y acabé siendo nada. Fue como si antes de ti no hubiera existido, como si no hubiera un yo sin ti.

       "¿Y si...?". "Y si..." nada. Antes de ti, el sol se volvió oscuro y gris. Y después... Después estoy yo, o lo que queda. Fuiste como un huracán en llamas que llegó, arrasó conmigo, me consumió y me redujo a cenizas, se llevó a estas y después desapareció. Que tras la tormenta dicen que llega Calma, pero no supo encontrar el camino y no sé nada de ella. 

        ¿Qué fue de ella? ¿La recuerdas? Escondida bajo la pérgola del jardín y atrapando hebras del sol de Agosto con los dedos, allí quieta incluso cuando los aspersores saltaban. O frente a la chimenea, huyendo de Enero a través de un libro. ¿Dónde está Calma? No, aquí no, no volvió.


Unos años después de escribir esto, me ha dado por revisarlo y compartirlo. ¿Disfrutad?