jueves, 5 de julio de 2012

Siempre tuve algo que contarte.

        Y las palabras siempre se atascaron en mi garganta. Y me las tragué una y otra vez, diluidas en lágrimas, ahogadas por el orgullo. Ahora se amontonan en mi boca, escapan, fluyen a través de la tinta de mi pluma, llenan barcos de papel, libretas, folios, cuadernos, y me atrevería a decir que incluso libros enteros. 

        Pero siguen siendo débiles y cobardes, siguen temblando cuando oyen tu voz, siguen escondiéndose cuando te encuentran a la vuelta de la esquina, se les escapa un sollozo cuando oyen tus pasos. 

        Es duro, porque algo me dice que cierre la puerta y que continúe hacia delante, pero si cierro me quedaré atrapada en esta habitación, este cuarto con las persianas bajadas, sin amueblar, en el que el eco de los latidos de tu corazón y de tu respiración es la única melodía que se repite una y otra, y otra, y otra vez.

        Mientras, la tinta sigue fluyendo, pero las palabras no dejan de brotar.
        

1 comentario:

  1. Lo más curioso es que cuando se está lleno de ansiedad dan más ganas de escribir, y cuando se está despejado, con la mente dispuesta, las palabras tienden a esconderse, supongo que es el deseo de liberar aquella noción flotante.

    Siempre ha crecido tu sitio, inclusive he escuchado diversas canciones que repito hasta que me retiro del blog.

    Vacaciones, dulce manjar de la pereza, creo que nos afecta a todos :)
    Me alegra que no olvides tu sitio y que repares en el mío. Dentro de poco publicaré algo nuevo, que como siempre, suele ser poesía.
    Un saludo, chica.

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