domingo, 13 de abril de 2014

Ataque de pánico.

Cuando poco a poco te va quedando más y más claro que no eres ni serás lo que quiere ni lo que necesita, tu corazón se petrifica y se hiela, se encoge y se detiene, duele y se agrieta. Cuando ni en esas puedes aceptar que tal vez sea hora de iniciar la retirada, cuando ni siquiera la palabra "Rendición" pasea por tu cabeza, cuando ves que ni te necesita ni te necesitará tanto como tú vas a necesitarlo, entonces es cuando viene el verdadero terror. 
Es entonces cuando el pánico atenaza tu cuerpo, cuando dejas de ser capaz de moverte y te conviertes en un manojo de temblores, sollozos y rabia contenida. Te da miedo incluso alargar la mano para cerrar la puerta. Solo puedes quedarte recluida en un rincón de tu mente, agazapada, abrazando tus rodillas, haciendo lo imposible para que nadie oiga tu respiración, irregular, nerviosa, agitada. 
Pero la puerta sigue abierta y tus demonios, lejos de escapar de la sala, no hacen más que invitar a otros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Una crítica constructiva siempre se agradece. Gracias de antemano ^^