Ya sé que esto está un poco cambiado, y tal vez puede que no os guste la nueva imagen, pero es lo que hay. Mi vida necesita algo de luz, algo de esperanza, y creo que una buena forma de dejarlo claro es reflejarlo en este huequito de la red.
sábado, 14 de enero de 2012
viernes, 13 de enero de 2012
Now I see that you and me were never meant to be,...
... never meant to be now. Now I'm lost somewhere. Lost between Elvis and suicide. Ever since the day we died; well... I've got nothing left to lose. After Jesus and Rock'n'Roll couldn't save my immortal soul, I've got nothing left. I've got nothing left to lose.
miércoles, 11 de enero de 2012
lunes, 9 de enero de 2012
Año nuevo... ¿vida nueva?
A tan solo un escaso día de que el año llegue a su fin, echo la vista hacia atrás y me pregunto... ¿Hay algo que cambiar?
Desde luego, los malos momentos... Pero, al fin y al cabo, tal vez si no fuera por esos ratos, no habrían venido tantísimos instantes para recordar.
Y es que al rememorar cada uno de los días que han pasado, veo una sucesión de imágenes. Risas, frases estúpidas, sonrisas, miradas, besos, lágrimas, dolor, alivio, de nuevo alegría. Todo pasa ante mis ojos a una velocidad de vértigo. Y de nuevo, una pregunta acude a mi mente: ¿Qué debería cambiar?
Oh, vamos... No creo que demasiadas cosas deban ser diferentes. Obviamente, todo el dolor, todo el mal... Todo aquello que me hundió, aquelló que me asfixiaba y aquello por lo que creí que no sería capaz de tomar una bocanada de aire fresco de nuevo. Pero, qué diablos. No quiero cambiarlo. Cada uno de esos golpes me ha hecho más fuerte. Llevo diaciséis años recibiendo puñalada tras puñalada, sin avisar, desgarrándome el alma y aquí estoy, ¿o no es verdad? Aquí estoy, más fuerte que ayer pero menos que mañana.
¿Y qué somos sino animales que aprendemos a base de hacernos daño? El dolor, al igual que la felicidad, forma parte de nuestras vidas, de cada año de éstas. Lógicamente, no agrada en absoluto tener que volver a pasar por ello, y es evidente que no quiero, pero es ese sentimiento, esa sensación de haber quedado reducida a cenizas, lo que me hace renacer como al ave Fénix, lo que me hace ser más brillante, más fuerte.
Por lo tanto, no solo deseo que el próximo año venga cargado de alegría, de momentos entrañables, de personas que nos den parte de su luz y, aunque suene raro, de algo que nos haga madurar y aprender a ser más fuertes, algo que nos haga mejores personas.
Feliz año nuevo, y que vuestros sueños se hagan realidad.
Desde luego, los malos momentos... Pero, al fin y al cabo, tal vez si no fuera por esos ratos, no habrían venido tantísimos instantes para recordar.
Y es que al rememorar cada uno de los días que han pasado, veo una sucesión de imágenes. Risas, frases estúpidas, sonrisas, miradas, besos, lágrimas, dolor, alivio, de nuevo alegría. Todo pasa ante mis ojos a una velocidad de vértigo. Y de nuevo, una pregunta acude a mi mente: ¿Qué debería cambiar?
Oh, vamos... No creo que demasiadas cosas deban ser diferentes. Obviamente, todo el dolor, todo el mal... Todo aquello que me hundió, aquelló que me asfixiaba y aquello por lo que creí que no sería capaz de tomar una bocanada de aire fresco de nuevo. Pero, qué diablos. No quiero cambiarlo. Cada uno de esos golpes me ha hecho más fuerte. Llevo diaciséis años recibiendo puñalada tras puñalada, sin avisar, desgarrándome el alma y aquí estoy, ¿o no es verdad? Aquí estoy, más fuerte que ayer pero menos que mañana.
¿Y qué somos sino animales que aprendemos a base de hacernos daño? El dolor, al igual que la felicidad, forma parte de nuestras vidas, de cada año de éstas. Lógicamente, no agrada en absoluto tener que volver a pasar por ello, y es evidente que no quiero, pero es ese sentimiento, esa sensación de haber quedado reducida a cenizas, lo que me hace renacer como al ave Fénix, lo que me hace ser más brillante, más fuerte.
Por lo tanto, no solo deseo que el próximo año venga cargado de alegría, de momentos entrañables, de personas que nos den parte de su luz y, aunque suene raro, de algo que nos haga madurar y aprender a ser más fuertes, algo que nos haga mejores personas.
Feliz año nuevo, y que vuestros sueños se hagan realidad.
Nota: Esto que acabas de leer, salió de mi cabeza el día 30 de Diciembre. Por diversos motivos no pude colgarlo en el blog. Espero disculpes la demora.
domingo, 1 de enero de 2012
¿Alguna vez...
... sentiste que la soledad te engullía? ¿Que aunque estuvieras rodeado de gente, no había nadie a tu contigo? ¿Que nada podía hacerte sentir... completo?
Esa sensación de vacío, ese nerviosismo que te hace estar inquieto, que no te deja encontrar la calma, que se aferra a tu pecho y ralentiza los latidos de tu corazón y dificulta tu respiración. Esa sensación de que algo va mal, de que lo que parece perfecto es solo un espejismo, de que todo cuanto está a tu alrededor es una trampa.
De repente, te paras a pensarlo y te sientes sola, débil, extenuada y sin fuerzas para hacer nada por cambiar las cosas. Sólo quieres que alguien te abrace fuerte, te haga sentirte capaz de enfrentarte a cualquier cosa y que no se marche de tu lado... Y en algún momento, crees encontrar a esa persona, y durante un tiempo crees estar en la cima del mundo, pero tras un paso en falso... ¡ZAS! Una piedra cede y te precipitas al vacío, y resulta que allí arriba no había nadie contigo, nadie que te sujete, nadie que se preocupe de que te caigas, nadie que pida ayuda... Nadie.
Cuando te estrellas contra el suelo, una multitus curiosa se cierne sobre ti. Cuchichean, hacen conjeturas sobre qué pasó allá arriba, qué te llevó a subir, qué hizo que te cayeras o si te empujaron. Algunos tratan de ayudar, pero la gran mayoría se dedica a parlotear o pasa de largo. Estás sola, dolorida, sin poder moverte... y apenas nadie se entera de que necesitas su ayuda desesperadamente.
Se te cierran los párpados. Sientes el aliento de alguien que te llama y trata de mantenerte consciente, pero no puedes. Tienes sueño, te duele todo, necesitas descansar. Sientes que te zarandean, que te piden que despiertes. Las lágrimas corren por tus mejillas: quieres dormir, pero a la vez luchas por no sucumbir a Morfeo.
Un último aliento, y tu cuerpo deja de pesarte. Se acabó.
Al cabo de unos instantes, despiertas en tu habitación. El reloj marca las 7 de la mañana siguiente, pero sólo eso ha cambiado. Al ponerte en pie, todo te pesa, te estorba. Y de nuevo, las mismas sensaciones de antes te atacan. Comienza un nuevo día, y no tratas de vivir. Tratas de sobrevivir a él, una vez más.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)