sábado, 24 de marzo de 2012

La mirada del lobo

Me hizo sentir como una auténtica yonqui, con la misma dependencia que los drogadictos necesitan cada día su dosis. Había veces que ni dormía, sólo esperaba a que él apareciera, con su paz y su media sonrisa escondida entre las notas de guitarra que navegaban por sus oídos. 
Y es que llegaba, me miraba, me atrapaba. Las ansias de verle me superaban, y poco a poco fue marcando el ritmo a los latidos de mi corazón. Cada minúsculo, diminuto, mísero, insignificante y diminuto instante a su lado, era un huracán de emociones que me dejaba totalmente atontada. Mis rodillas se aflojaban delante de él, me sentía débil, y a la vez me sentía el ser más fuerte y valiente del mundo.
Hoy, contemplando la luna de su sonrisa, esa que cegó mi alma, puedo asegurar que mis piernas seguirán temblando cada vez que sepa que él.




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