domingo, 10 de junio de 2012

A una golondrina en concreto.


El silencio se quebró con el sonido de cientos de alas azotando el aire. Una perfecta formación de aves sobrevoló el cielo y terminó por posarse sobre los cables del tendido eléctrico. Altivas, solemnes, hermosas y vigilantes, las golondrinas seguían con la mirada mi caminar, pendientes de cualquier circunstancia que me impidiera avanzar.
Y una de ellas, desplegó las alas y descendió, casi en picado, hasta posarse en mi hombro, como si del loro de un bucanero se tratase. La miré extrañada, interrogándole con la mirada. El ave ladeó la cabeza, y el gesto se me hizo tan humano que no pude evitar sonreír.




Miré al frente y continué el camino junto a mi pequeña golondrina.

1 comentario:

  1. Es GENIAL. Pero yo tengo más estilo que un loro bucanero.
    Y más canallismo e ironía.
    Se te quiere, pequeño águila.

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