sábado, 21 de mayo de 2011

Rabia.

Impotencia.
Ira.
Inquietud.
Sensación de ahogo.
Ganas de salir corriendo.
Ganas de gritar.
Ganas de llorar.

Y miedo.
Mucho miedo.



Nunca piensas en lo que puede suceder un día cualquiera. Es un día más, ¿qué podría cambiar? Una tarde de sábado como las anteriores: sabes que le vas a ver, pero también sabes que no va a pasar nada...
¿Por qué, sin embargo, me siento así esta vez? Hoy es diferente. Hoy ha cambiado algo, y no porque ese algo haya cambiado con él, sino porque algo ha cambiado en mí: hoy me siento inútil, débil, cobarde, asustada, sola, triste, inquieta, mareada, ahogada, desconcertada...

 Una parte de mí deseaba con todas sus fuerzas dar un paso hacia delante: deseaba un cambio. Pero el lado que quería que las cosas siguieran igual, hablaba más alto.

Normalmente esto no me descolocaría, porque, al fin y al cabo, es lo de siempre: quiero que pase, pero no quiero.

¿Que pase el qué? Que me bese. Que le bese. Que nos besemos. Que se detenga el tiempo. Que mis labios se unan a los suyos. Que sonría mientras mi lengua le echa un pulso a la suya. Que nos cueste separarnos, y que lo hagamos sólo para respirar.

 En cambio, eso no sucede nunca. Estoy acostumbrada a irme a casa con las cosas como antes de salir... pero hoy me seinto decepcionada. También ahogada, mareada... Como si el aire no llegara a mis pulmones. Como si el déficit de oxígeno fuera preocupante.
 
Como si sólo él pudiera ayudarme a respirar.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Una crítica constructiva siempre se agradece. Gracias de antemano ^^